Este sería el regreso triunfal al equipo que lo vio nacer, que lo catapultó a la fama mundial y del cual es ídolo. Debería, pero no lo será. El retorno de Robson es altamente cuestionado por extraños y propios; ya que, el ‘rei da pedalada’ (rey de las bicicletas) viene dribleando a la justicia italiana desde 2017, cuando fue condenado a nueve años de prisión efectiva por participar en una violación grupal contra una mujer albanesa.
Todo comenzó en 2013, cuando la corte de Italia abrió un proceso por ultrajo contra el crack brasileño, que defendía los colores del AC Milan en aquella época. El delantero paulista siempre negó todas las acusaciones ante cámaras y siguió jugando al fútbol hasta que, cuatro años más tarde, cuando defendía al Atlético Mineiro de Minas Gerais, fue publicado el veredicto final: culpable y sin derecho a fianza.
El atacante debería de estar cumpliendo su condena actualmente, pero no lo hizo gracias a la Constitución Brasileña que, en su artículo número 5, prohibe la extradición de sus ciudadanos natos. Sin embargo, los italianos podrían solicitar al ‘gigante de América’ a que investigue el caso y, de ser compatible con su código penal, Robinho debería cumplir la pena bajo la atenta mirada del Cristo Redentor, pero no, no sucedió.
Han pasado tres años desde la emisión de su condena y, desde entonces, el habilidoso delantero sabe que no puede volver a pisar tierras italianas ni ninguna otra que tenga convenio de extradición. Inclusive, hace un año, su equipo tenía que enfrentar a la Roma, pero el internacional no fue convocado. Sin lesión, suspensión o cualquier otro impedimento, el jugador no fue solicitado y, por ende, no viajó.
Esta es la historia de un ídolo que cometió un delito, pero que sigue invicto. Es la historia de una justicia que lo reclama y de otra que ni lo menciona. Es la historia de clubes que contratan futbolistas y no personas. Quedó demostrado que, para Brasil y Turquía, importan más un par de goles, que hacer justicia. Quedó demostrado que importa más una finta, que una víctima. Importa más el fútbol, que la misma vida. La pelota seguirá rodando y Robinho seguirá dribleando a la justicia. ¿Hasta cuándo?